Hooked by Emily McIntire

Hooked by Emily McIntire

autor:Emily McIntire
La lengua: spa
Format: epub
editor: Penguin Random House Grupo Editorial España
publicado: 2023-05-23T12:32:03+00:00


CAPÍTULO 26

Wendy

Me despierta el dolor palpitante en la cabeza. Entreabro los ojos y un aguijón de agonía se me clava entre ellos. Voy a llevarme la mano a la frente para aliviarlo, pero algo me interrumpe el movimiento. Se oye un tintineo metálico cuando me muevo.

Tiro de nuevo y mi cuerpo se tensa adelante antes de caer hacia atrás contra algo duro. El cerebro me funciona muy despacio, como si saliera de una tormenta para encontrarse en medio de la niebla más espesa, pero empiezo a despertar y comprendo que no estoy tumbada. Y que algo me retiene los brazos.

La sola idea de abrir del todo los ojos me revuelve el estómago, pero separo los párpados. Primero uno, luego otro, con el rostro contraído a la espera del golpe de la luz.

Consigo enfocar la mirada y me doy cuenta de que estoy en medio de la oscuridad.

Una oscuridad absoluta.

Voy recuperando el conocimiento y el corazón se me acelera contra las costillas.

Entorno los ojos, intento ver dónde me encuentro, pero me cuesta enfocar la mirada. Es difícil pensar.

Trago saliva y hago una mueca. Tengo la garganta seca como la lija y la lengua pegada al paladar. Intento mover las manos otra vez, pero no llego muy lejos: el sonido metálico vuelve a retumbar en mis oídos y en las paredes. Miro hacia abajo y a duras penas alcanzo a distinguir los grilletes de metal grueso que me rodean las muñecas. Se me revuelve el estómago y el pánico se apodera de mí. Extiendo los dedos. Estoy sobre algo frío y duro.

«Tranquila, Wendy. Todo saldrá bien».

El corazón me va a toda velocidad y parpadeo para que se me acostumbren los ojos a la oscuridad. Pero es inútil. Los tentáculos gélidos del miedo me suben por la espalda y se me enroscan al cuerpo, me aprietan más cada vez que me lleno los pulmones. Vuelvo a tirar de las cadenas, más fuerte, con lo que un dolor agudo me sube por el brazo cuando me hiero las muñecas. Cierro los ojos y apoyo la cabeza contra la pared fría para tratar de controlar la respiración.

El pánico no me va a servir de nada.

¿Qué ha pasado?

Mi cumpleaños.

Luego, James.

Garfio.

El recuerdo vuelve como si se tratara de una estampida y rebasa la barrera mental del aturdimiento para partirme el pecho en dos.

Se oye un clic al otro lado de la habitación y giro la cabeza en dirección al ruido. Entrecierro los ojos cuando se abre una puerta y entra la luz del pasillo.

—Bien. Estás despierta.

Me tiembla todo el cuerpo al ver entrar a Rizos. Cierra la puerta, aunque deja una rendija entreabierta para que llegue algo de luz.

—¿Qué…?

Hago una mueca. La sequedad en la garganta hace que me resulte difícil hablar.

Sus pasos resuenan contra el suelo cuando se acerca. Intento enroscarme sobre mí misma para esconderme de él, aunque no hay a dónde ir.

Rizos se detiene delante de mí y la comisura derecha de su boca se eleva.

—Hola, preciosa.

Lo miro durante unos largos segundos, mientras la repugnancia me sube por las entrañas y me atenaza por dentro.



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